miércoles, 27 de junio de 2012

Material onírico no identificado.

La otra noche soñé contigo. No suelo recordar los sueños, y aunque tengo algunas lagunas respecto a éste, recuerdo perfectamente tu beso. Salado y desesperado. Más una súplica que una muestra de cariño. Podía escuchar en mi cabeza tu cállate, por favor mientras tu aliento me inundaba. Aunque tu boca no lo dijese. Aunque tus ojos estuviesen cerrados. Y aunque hubiese preferido no escucharlo, para qué mentir.

Y no sé, me desperté. Y te busqué, pero obviamente no estabas. Lo que me lleva a la conclusión, ojos grises, de que tengo que olvidarte. Decir esto mientras te escribo no tiene mucho sentido, pero es bueno recordármelo a mi mismo. Aún no estoy preparado para dejar ir a más personas de mi vida, y menos si la hacen, como mínimo, menos gris.

Como dice el gran Damien Rice, no es que estemos asustados, es solo que es... delicado. ¿Algún día podremos olvidarlo? Por favor, dime que sí. Y deja de curar mis heridas, o será imposible.

sábado, 23 de junio de 2012

Levedades.

¿Crees en las casualidades? A mi me gusta pensar que no existen. Supongo que simplemente hay cosas que coinciden en el tiempo y el espacio, y nos empeñamos en pensar que estábamos destinados a ello, ya me entiendes. A veces pecamos de listos, pensando que estamos aquí por alguna razón. Qué nos gustan los misticismos.

Aunque algo de mágico tiene ese momento. Tal vez sea porque no ocurren demasiado a menudo, o al menos no a mi. Mágico y peligroso, como si todo se tratase de una broma de mal gusto macabra y maquiavélica, pero disfrazada de cordura.

Prefiero no darle importancia a estas cosas, que ya sabes lo que pasa luego: me paso la vida limpiando. Y es que no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia. Tendré que llevarlo a la práctica y empezar a reciclar.

Aunque he de confesarte, ojos grises, que me siento extrañamente bien. Y te aseguro que no es el verano, ¡qué calor! Quiero que vuelva el frío del invierno, las noches eternas y los desayunos calientes. Y si no es mucho pedir, que sea acompañado de mis últimos tropiezos.

miércoles, 20 de junio de 2012

Carta a todas mis catástrofes.

Si por algo he destacado siempre, y tú lo sabes bien, es por ser una persona catastrofista. Y no es que yo lo diga; las circunstancias hablan, de nuevo, por sí solas. Maldito parásito emocional. Definitivamente, creo que no estoy hecho para las relaciones. Ya no sentimentales, hablo de cualquier tipo de contacto con otra persona. No termino de entender por qué razón los humanos somos tan complejos y a la vez tan fáciles de entender, ¿tú lo sabes? Si todos fuésemos como tú, si fuésemos más transparentes, solo habría que dejarse llevar. Muy lejos estoy de ser algo así, siempre termino nadando entre aguas turbias. Y eso es peligroso.

Creo que he vuelto a perderme por el camino. O tal vez solamente me haga falta un poco de más luz, guiarse en esta penumbra es complicado. Para serte sincero, cada vez tengo menos ganas de enfrentarme a las adversidades. Supongo que los hechos acaecidos estos días pasados tienen gran parte de culpa y con el tiempo se me pase. No sé. Eso espero. Inestabilidad, apúntala también a la lista de mis catástrofes personales.

Al final voy a tener que darte la razón. Como decías cuando te enfadabas conmigo y yo me levantaba del sofá, ofuscado, con la intención de no escucharte: eres un tipo descreído y destructor; un nihilista sin principios. Aún hay noches en las que me despierto, con lágrimas en los ojos, y tus gritos retumbando por toda la habitación.

martes, 12 de junio de 2012

Flaquezas.

Hola.

Era de esperar que tarde o temprano volviese a escribirte. Comienza a ser una necesidad, como la de darme algún capricho cada semana. Hoy estoy calmado. Como tus ojos. Como un perro después de forcejear inútilmente intentando devorar un hueso más grande que su cabeza. Y bueno, como el mar.

Mis días se han despedazado. Están inconexos, son impredecibles e inestables. Mi cabeza no asimila tantos cambios y a la vez tanta estabilidad. He intentado mirar para adentro en mis ratos libres, con música de fondo, pero termino perdido. En la música, que no en mi. Ya me atreveré a dar el paso. Creo que ahora es un buen momento. Ahora, que no ahora. A veces son decisivos los pequeños matices.

Es la quinta carta que te escribo. Según mis estimaciones, tu interés por mis palabras ha empezado a caer en picado. No voy a negar que me guste que me leas, aunque no sepa con certeza si a estas alturas sigues haciéndolo. Y no quiero saberlo, te recuerdo (es importante que esto siga siendo así). Pero ya sabes lo que dicen, la ignorancia es la felicidad. No me alborotes, déjame con mi desastre.

Meteorito de indiferencia. 

Zas.


miércoles, 6 de junio de 2012

Antes.

 No puedes enfadarte conmigo, lo sabes. Lo sabes y te molesta, y tus intentos de evasión son tan inútiles que te ríes. Me encanta la forma en la que te desnuda tu sonrisa. Nos reímos. Somos conscientes de que estamos destinados al fracaso, a caminar con la cabeza gacha, a ver sin ganas el fútbol los domingos. Y a pesar de eso, te desnudas. Y caminas hacia mi provocándome, olvidándote de lo mucho que te odio. Qué de melancolía reflejada en tus ojos, y qué poco te gustan los espejismos. Lo haces aposta. Lo sé. Continúas presionándome. Te huelo y me olvido de todo. Te pruebo y me incendio. Brillas y me asusto, demasiada luz para estos ojos acostumbrados a las tinieblas. Cierro los ojos y me dejo llevar, como un barco a la deriva. Estamos empapados y exhaustos. Hemos vuelto a contagiarnos y volvemos a ser dos putos enfermos.

Te vistes. Te acercas llorando. Empiezo a romperme y te encanta. Tus ojos grises se clavan en los míos, que ya no saben distinguir los colores. Antes de que te de tiempo a coger las llaves acerco lentamente mi boca a tu oído, y con la voz quebrada te susurro una sola palabra: ven.  

Y te vas.

martes, 5 de junio de 2012

Señor Gigante, píseme otra vez.

A partir de hoy voy a esconder la piedra y a mostrar más la mano. Por qué, te preguntarás. Bueno, creo que el hecho de que intenten lapidarme aún a estas alturas me ha servido para darme cuenta de que en este mundo hay mucha gente que disfruta haciendo daño. Las razones las desconozco, aunque las intuyo. Pobres infelices. Te asombraría la cantidad de personas que no me soportan. Soy un encanto, tú lo sabes mejor que nadie, pero es obvio que no todo el mundo sabe verlo. Tampoco me interesa. Me gusta que haya gente que no me soporte y que aun así se molesten en saber de mi. Seguramente si pudiesen leer esto lo harían. Con una mueca de desprecio en sus caras, pero con los ojos bien abiertos. Es satisfactorio, no todo el mundo puede presumir de ello. Tampoco debería hacerse, pero ya sabes que nunca hago lo que debo.

Vas a pensar que soy un arrogante. Intenta leerme con el cinismo y la sutil ironía que me caracterizan para evitar caer en una espiral de malentendidos. Tampoco te olvides de mi expresión facial, si la recuerdas. Que soy muy de hablar sin hablar. Hay cosas que nunca cambian, para bien o para mejor.

¿Sabes qué creo? Que mi principal error ha sido ser transparente y opaco a la vez. Algo traslúcido, a veces. Como un espejo empañado. No me gusta ser tan ambiguo, me da la sensación de que la gente no me comprende. No sé, para peinarse después de un baño esperan a que el vaho del espejo se vaya, ¿no? A lo mejor son como yo, que prefieren salir a la calle con el pelo alborotado. O buscan otro espejo por la casa, que hace el mismo apaño sin empeño. Pero bueno, ya dije que no iba a juzgar a nadie por ello, y menos si no utilizo un peine desde hace años. Y es que para qué. 


viernes, 1 de junio de 2012

Como una aguja en un pajar.

Ojos grises, ¿recuerdas el día que te dije que había visto Lost in translation y me había aburrido? Quién iba a decirme a mi que meses después iba a estar viéndola ya por tercera vez con lágrimas en los ojos. Si es que ni siquiera en esto del cine hay que dejarse llevar por las primeras impresiones, ¿eh? Aunque está claro que no es una película para todo el mundo, hay que sentirse identificados con esa idea que pretende transmitir Sofía Coppola; la sensación de estar perdido.


Qué te voy a contar a ti de perder el rumbo, si ambos sabemos de qué pata cojeamos. Aunque bueno, nunca está de más buscar nuevos puntos de apoyo. Debe ser muy aburrido tener claro lo que eres, lo que quieres y lo que vas a ser en un futuro. No es de locos cambiarse las zapatillas o sacar a los problemas a pasear de martes a lunes. O irte a Tokio y terminar cantando en un karaoke con una estrella de Hollywood y una peluca rosa. Pero para ello mi trasero debería ser la imagen inicial de una película, y eso le quitaría encanto a todo lo demás. Bueno, no sé. Tú no te alarmes, que sigo con los pies sobre la tierra. Es que no he cenado.

Y hablando de cenar, hoy toca Nesquik muy, muy frío. Tres cucharadas y media. Memorízalo que ya ves lo que pasa cuando no está a mi gusto; escribo sin pensar.

P.D.: Vuelve a verla y deja que te emocione, anda. Hazlo por mi.