viernes, 31 de agosto de 2012

Pequeños pasos.

Ojos grises, ha pasado. He llegado a mi límite. De hecho creo que lo he superado, y con creces. Y ahora estoy abatido y desorientado. Perdido, no tan solo en mi mismo, sino también ahí fuera. Con ganas de enfrentarme al mundo, pero sin las fuerzas ni los medios para hacerlo. Inutilizado por mi mismo, por mis circunstancias, y por mis miedos. Limitado. Difuso. Desubicado. Y debilitado.

Ahora soy consciente de que no depende tan solo de mi salir de este agujero que he ido cavando poco a poco, a lo largo de los años, sin apenas darme cuenta. A espaldas de los demás, cubriéndolo de innumerables mentiras y sonrisas fingidas. Un agujero tan hondo que he llegado al punto de lanzar la arena sobre mi cabeza, en un absurdo bucle de idiotez. 

Ya no logro vislumbrar el futuro. No veo más allá del aquí y ahora, y no es agradable. El pasado me visita a menudo, incluso en mis pesadillas. Tengo muchas pesadillas, todas relacionadas con los miedos que me visitan día a día. Tan reales... que asustan. Tan reales que meterme en la cama me hunde y me impide conciliar el sueño.

Te preguntarás por qué te lo cuento a ti. Bueno, no es fácil para mi hablar de esto. Supongo que como ya no estás me resulta más fácil hacerlo contigo que con cualquier persona que me rodea. Un primer paso de los muchos que voy a tener que dar a partir de hoy, aunque me parezca imposible siquiera levantarme. 

Ahora mi vida no depende de mi. No puedo ocuparme de ella porque la destrozo, así que voy a intentar cortarla en pedacitos y repartirla entre las personas que, a pesar de estar deteriorada, la aprecian. Tal vez no sean muchas, pero no me importa. No pueden cuidar de ella tan mal como lo he hecho yo, porque ya he tocado fondo. Y cuando esto acabe, porque tiene que acabar, podré mirar atrás sin que mis ojos se empañen, y sin que mi corazón se encoja. Podré disfrutar de las cosas que antes me llenaban. Podré caminar mirando al frente y no al suelo, y mirar menos a los ojos y más al corazón de las personas. Y levantarme de la cama con ganas de empezar un nuevo día, y no lamentándome por tener que salir de ella y enfrentarme a la rutina.

Porque a pesar de todo, la luz sigue ahí. Aunque yo no la vea. 

viernes, 3 de agosto de 2012

Uno.

Aún distingo tu silueta en la penumbra
y las huellas que dejas a tu paso
me hablan entre dientes y me dicen
que me olvide de ti y de tus rarezas.

Y en la lejanía me observas una última vez,
como si hubieses entendido lo que te susurré
la noche que mezclamos el alcohol
con aquello que fui cuando tú ya no eras.