La otra noche soñé contigo. No suelo recordar los sueños, y aunque tengo algunas lagunas respecto a éste, recuerdo perfectamente tu beso. Salado y desesperado. Más una súplica que una muestra de cariño. Podía escuchar en mi cabeza tu cállate, por favor mientras tu aliento me inundaba. Aunque tu boca no lo dijese. Aunque tus ojos estuviesen cerrados. Y aunque hubiese preferido no escucharlo, para qué mentir.
Y no sé, me desperté. Y te busqué, pero obviamente no estabas. Lo que me lleva a la conclusión, ojos grises, de que tengo que olvidarte. Decir esto mientras te escribo no tiene mucho sentido, pero es bueno recordármelo a mi mismo. Aún no estoy preparado para dejar ir a más personas de mi vida, y menos si la hacen, como mínimo, menos gris.
Como dice el gran Damien Rice, no es que estemos asustados, es solo que es... delicado. ¿Algún día podremos olvidarlo? Por favor, dime que sí. Y deja de curar mis heridas, o será imposible.
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