Hola.
Era de esperar que tarde o temprano volviese a escribirte. Comienza a ser una necesidad, como la de darme algún capricho cada semana. Hoy estoy calmado. Como tus ojos. Como un perro después de forcejear inútilmente intentando devorar un hueso más grande que su cabeza. Y bueno, como el mar.
Mis días se han despedazado. Están inconexos, son impredecibles e inestables. Mi cabeza no asimila tantos cambios y a la vez tanta estabilidad. He intentado mirar para adentro en mis ratos libres, con música de fondo, pero termino perdido. En la música, que no en mi. Ya me atreveré a dar el paso. Creo que ahora es un buen momento. Ahora, que no ahora. A veces son decisivos los pequeños matices.
Es la quinta carta que te escribo. Según mis estimaciones, tu interés por mis palabras ha empezado a caer en picado. No voy a negar que me guste que me leas, aunque no sepa con certeza si a estas alturas sigues haciéndolo. Y no quiero saberlo, te recuerdo (es importante que esto siga siendo así). Pero ya sabes lo que dicen, la ignorancia es la felicidad. No me alborotes, déjame con mi desastre.
Meteorito de indiferencia.
Zas.
Sigue escribiendo.
ResponderEliminarPor favor.